miércoles, 3 de octubre de 2018

Una empresa disfrazada de universidad (parte 2)


Sobreviví a la sesión de inducción, que duró 4 horas y veinte minutos, de las 6 de la tarde a unos minutos pasadas las 10 de la noche. La junta, como bien dije, se trató más de platicarnos las virtudes de UNITEC (ya no importa si menciono el nombre de la empresa, empresa hoy y siempre ¡no escuela!) que de introducirnos a su sistema.

Durante mi estancia ahí observé varias situaciones que llamaron mi atención negativamente:

1.-El anfitrión de la sesión, quien estrenaba su nuevo nombramiento de director de las carreras de ingeniería civil, ambiental, química y sustentabilidad (otro foco rojo es que una sola persona coordinara ingenierías tan variadas) tenía una cara de cansancio que no podía ignorarse. 
Sus ojeras eran pronunciadas y daban la apariencia de alguien que no había dormido en días. A pesar de que intentaba mantener una charla agradable, sus fuerzas iban y regresaban por exceso de trabajo

2.-Los correos y comunicados que el jefe de división enviaba llegaban siempre pasadas las 12 de la noche, lo que quiere decir que se llevaba mucho de su trabajo a casa para trabajar a altas horas de la madrugada

3.-La presentación de los profesores: Un momento de miedo de verdad... primero, si me conoces, o me has leído, sabrás que, a pesar de ser un ególatra de categoría, respeto a la gente de cualquier estrato social. Si alguien es rico o pobre no me interesa mientras puedan mantener una plática interesante o no me molesten. Yo mismo estoy en tan mala situación económica que busqué trabajo en este lugar. 
En fin, la presentación de los profesores... un salón que comenzaba a llenarse de las personas más variadas, yendo de lo convencional a lo dantesco de forma vertiginosa. Contraste de jóvenes y viejos dedicados a la noble profesión de enseñar, y todos con una cosa en común: se notaba la pobreza.
Tan mal como suena lo anterior, era cierto. A pesar de que todos iban con una actitud positiva y muy aseados, la ropa se veía vieja, los pantalones desgastados por el uso, las suelas de los zapatos gastadas, las chamarras remendadas y las mochilas roídas

4.-No me dejé llevar por esa primera impresión y la junta continuó, ah, pero es que faltaban sustos todavía. La mecánica para repartir las clases es priorizar la antiguedad del profesor y su evaluación docente (en la que abundaré en la tercera parte). De acuerdo a estos criterios se ofrecen más, o menos clases. 
Esto suena bien en teoría, pero, consideremos que el tabulador de pagos funciona aproximadamente así: $139 la hora a profesionistas con título y cédula, y un máximo de (no estoy seguro del número exacto, pero voy a exagerar) $230/h a personas con doctorado.

 Las clases se dan dos veces a la semana en sesiones de dos horas. Imaginemos que eres de ese ínfimo porcentaje de eruditos que se doctora y trabaja en esta empresa; tu salario sería de $4320 al mes por una clase. 

Actualmente una beca de doctorado de CONACYT ofrece $14,000 al mes, lo que significa que tendrías que dar 6.3 clases para igualar la becaCon siete clases ya garantizaste ganar más que un becario de doctorado, esto está bien si te dan esas siete clases, si te dan seis puedes, al menos, vivir holgadamente en un lugar sencillo y siendo ahorrador.

La persona que más clases recibió fue una maestra (me refiero a su título) a la que le dieron 4 clases, la mayoría de los profesores recibió únicamente 3. Tres clases, siendo doctor, se traducen en un salario mensual de $11,040; siendo licenciado, $6,672.

Las caras de los profesores que esperaban más clases y sólo recibieron una o dos, esas caras me van a perseguir por el resto de mi vida (sí, estoy siendo algo melodramático). Varios profesores, que al presentarse mencionaron llevar trabajando hasta 19 años con la empresa, recibieron dos clases, ¡dos clases por 19 años de tu vida! En sus ojos se alcanzaba a ver la angustia, y a pesar de que escondían la frustración, el enojo y la preocupación como los profesionistas que son, en el aire se escuchaba la pregunta muda que se hacían, "¿Qué voy a hacer ahora?".

La junta de inducción debió de ser suficiente para espantarme, pero seguí adelante, esperando que el placer de estar frente a un grupo de jóvenes universitarios disipara mis dudas.