Mi última entrada en este blog la hice trabajando en un colegio católico como profesor de inglés de secundaria. Desde esos días hasta la actualidad, mi realidad ha cambiado tanto que parece una distinta. Recuerdo que, trabajando en el colegio, me sentía tremendamente triste de saber que tanta maestría y tantos esfuerzos habían terminado en un trabajo mal pagado en un ambiente hostil como la chingada (jajaja no saben lo mucho que disfruto escribir cosas no académicas). Ahora estoy a la mitad de mi doctorado, un doctorado en ciencias con el que soñé desde que tengo memoria. He pasado por altas y bajas, me han regañado y felicitado, he hecho cosas inteligentes y un par de pendejadas nada científicas, pero, en general, la gente que me guía en este camino opina bien de mí y de mi trabajo. Sin embargo, yo siento muchas veces que no tengo lo que se necesita para estar entre personas tan inteligentes, y que mi trabajo no es tan bueno como podría ser. No tienen idea de la cantidad de veces que reviso mis escritos antes de enviarlos, siempre encontrando una palabra, un concepto, una preposición que pude haber escogido mejor, o desarrollado más.
y bueno, ¿De qué se trata esta entrada? Honestamente no podría describirlo en pocas palabras, creo que se trata de esta sensación de insatisfacción mezclada con tristeza y coraje que sentimos (los incluyo, aunque no sé a ciencia cierta si les ha pasado) cuando alcanzamos un objetivo o llegamos a un lugar y, como en el caso del colegio católico, nos castigamos por un sentimiento que nos dice que merecemos algo mejor o, llegamos a ese lugar mejor y de ensueño (mi doctorado) y pensamos que no somos lo suficientemente buenos para estar ahí. ¿Qué nos pasa? ¿Será que no podemos ser felices?
Aquí empiezo a encontrar un poco la luz. Mientras escribía "¿Será que no podemos ser felices?" me vino a la mente, ¿Podemos ser felices quedándonos quietos? Quiero decir, alguien podría subir una montaña y contemplar el amanecer más hermoso desde ahí, sentir que logró sus metas, derramar un par de lágrimas y bajar hinchado de felicidad. Pero ¿Qué pasa si le ponemos una casa en la cima de la montaña? Ese amanecer idílico se vuelve el amanecer de diario. Como que empieza a perder la magia, ¿No?
Entonces, ¿Nos creamos conflictos para no quedarnos estancados en la felicidad? ¿La felicidad completa, no solo no es alcanzable, sino que también es dañina? ¿Qué carajos queremos si, cada que logramos un objetivo, nos saboteamos sintiéndonos vacíos? La verdad, es que no tengo una respuesta, sino un mar de nuevas preguntas, aunque debo decir que no me siento solo en esta búsqueda de la... ¿no-felicidad? No, y es que me acompaña Disney.
No me volví loco (aun), pero me vino a la mente la película de Soul de Pixar. ¿Recuerdan la trama? Un profesor de música al que tachan de mediocre consigue su sueño de tocar al lado de una celebridad. Una vez que termina su toquín, sale del lugar y se sigue sintiendo vacío. Incluso hacen un chiste sobre un pez y algo sobre nadar, no recuerdo bien. El punto es que, esta enorme corporación ultra millonaria que moldea los valores y aspiraciones de millones de niños en el mundo produjo un largometraje que aborda esto. La empresa del ratón no suelta dinero sin saber que hay un público que consuma sus productos, por lo tanto no puedo ser el único preguntándose si llegará un momento en el que estemos contentos habiendo logrado algo que nos proponemos.
No-conclusión; estamos destinados a vivir en la no-felicidad, siempre saboteándonos internamente cuando alcanzamos una meta. La no-felicidad es un mecanismo con el cual podemos seguir avanzando hacia destinos inciertos en los que nos encontraremos con más no-felicidad que, con el tiempo, nos hará madurar y crecer como seres humanos. No podemos ser eternamente felices porque eso significaría conformarnos con el aquí y el ahora, así como aceptar que no cambiaríamos más.
Se siente bien no llegar a conclusiones finales y poder escribir sin tanta regla en mente. También se siente bien pensar que no soy el único que navega esta incertidumbre sobre el autosabotaje y la felicidad. Sin haber llegado a nada me despido muy contento, hasta la próxima.