No sé qué tanto debería abundar en detalles sobre esta entrada del blog. Naturalmente no deseo meterme en problemas, y, puesto me dedico es la academia, suena bastante probable que esto me traiga problemas si es leído por la persona equivocada.
Digamos que mi alma máter es la máxima casa de estudios del país. Es un espacio patrimonio de la humanidad declarado por la UNESCO y tiene de todo. En esta noble casa de estudios cursé la preparatoria, la carrera y la maestría. Mi relación ahora es la de empleado, y aunque el trabajo es muy poco para vivir de él, tengo la esperanza que los años me permitan crecer aquí.
¿Dije ya que el trabajo es poco para vivir de él?, bueno, pues fue necesario buscar por fuera otro ingreso, y viendo que mi vocación es la de enseñar, me acerqué a una universidad privada cuyo acrónimo está compuesto por las primeras tres letras de la palabra "universidad" y las primeras tres de "tecnología".
Mi primer sorpresa vino cuando pasé el primer filtro de entrevistas en Recursos humanos y hablé con un coordinador académico, quien claramente me dijo: "Aquí no tenemos alumnos de alto rendimiento como en la UNA(casi caen, sigamos con la discreción), nuestros alumnos son de bajo a medio rendimiento". De haber sabido que lo que decía era muy en serio creo que habría desistido en ese momento.
Los procesos de selección siguieron y, finalmente, fui comunicado de mi feliz ingreso. Me estaban ofreciendo dos materias, lo suficiente para no dejarme morir de hambre.
Mi segunda sorpresa fue la junta de inducción, en la que creí que se hablaría de lo que los profesorres de nuevo ingreso deberíamos saber sobre los procesos internos de la escuela (seguía pensando en ese lugar como una escuela). Cualquier estudiante de mi alma máter está acostumbrado a visitar auditorios elegantes con suelos de duela y asientos tipo estadio con una acústica envidiable, eso era lo que esperaba... hasta que entré en este espacio grande de concreto gris pálido y alfombra de poliéster industrial. La sensación era la de estar en una expo del World Trade Center, todo se sentía muy ejecutivo.
Las siguientes dos horas escuché a distintas personas, con facha y discurso de funcionario público, vanagloriarse de los logros de la institución. Eran grandes, poderosos y eficientes, y todo llevaba estrictos controles de gestión de calidad (es curioso, pero las palabras educación y enseñanza no figuraron en esta reunión).
No hay comentarios:
Publicar un comentario