martes, 28 de enero de 2014

Crepas

Esta vez me ha surgido la curiosidad de hablar de un tema algo incómodo, quiero hablar de como muchos aprenden a llegar a puestos de poder, no digamos poder, refirámonos meramente a "puestos", sabiendo inclinar la cabeza y adular a los demás. 
Hoy, platicando con una de las pocas personas a las que puedo considerar un amigo, surgió el tema de como un tercero ha ascendido vertiginosamente a un puesto respetable. Ambos respetamos a este sujeto, ambos le estimamos, pero también ambos compartimos el precepto de ser quienes somos por nuestros propios medios y, para bien o para mal, hemos logrado hacer nuestro camino (semejante y paralelo) valiéndonos de las habilidades que la vida nos ha conferido; el uno, siempre recto e incorruptible, ha preparado su cerebro para ser una máquina de resolución de problemas ambientales (es un hippie, digámoslo sin mayor adorno), el otro ha sabido usar la palabra para convencer al resto de que lo que su cerebro dice es cierto, ha desarrollado gran carisma en esto. 
Al final, estudiando a nuestro compañero vimos que se valió de adular al poderoso para conseguir un favor (debo hacer hincapié en que no repruebo ni condeno este camino). Lo cual le sirvió maravillosamente, ahora va camino a una vida de comodidades y estabilidad que estamos seguros que su labia sabrá mantener, siempre y cuando mantenga la pancita bien pegada al suelo y la cabeza gacha. Estoy seguro de que hablo por mi amigo y por mi al decir, sinceramente, que no podemos desearle nada más que lo mejor a la persona de la que hablo.
Ambos, comiendo crepas, platicando de cosas absurdas y divagando sobre todo y nada. No tendremos un puesto, no sabremos halagar al que pueda dárnoslo, pero sonreímos al futuro incierto de una vida que es totalmente nuestra.

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